miércoles, 13 de septiembre de 2023

Abeto (sin fonía de los árboles)

en tu particular laboratorio de árboles amigos se listan especies sin nombre. Surgen al alba plateados pináculos de expresión sublimada 

ya eres autóctono, crees, una formal individuación y es sin embargo la luz continua en infinitos haces filamentada; inmanente sin rasgar un ápice de su cuerpo, tenue hasta la invisibilidad de tus ojos 

me citas desde el biológico pragmatismo de tus símbolos, me empobreces tal empobrezco la energía con mis formas; con literario acervo vital me mencionas en tu épica, acerba lucha por la vida, anónima heroína, sacrificado héroe. Aquí canta el valle hasta donde tu mente alcanza, aquí distribuyes tus reliquias incólumes enardecido en tus batallas. Van los escritos viajeros por lejanas tierras, por hermosos paisajes del alma en su más mortal mansedumbre. Gustas de sus paseos entre árboles sin tiempo, esa agradable inocencia del siempre. Habla su resina de la constante cosmológica, del perpetuo reto de existir. En su infinita paciencia me encojo, en el giro de imprevisibles mundos, en las costuras que tu abrasador amor cierra, abre, en los puentes que ese cúmulo cerebral dibuja en un equilibrio incomprensible. Y reproducimos fragmentos con la inocente torpeza de un niño estelar, romántico poeta de esa voz insólita que ya le escuchó, navegante del trueno que enciende la tierra con su celeste bramido. Resuenan las copas de aquellos árboles pioneros, el gigante que te arrulla 

varía el tamaño de tus alas, clarean y se oscurecen de fangosa brea, surgen robustas cuando menos te lo esperas, se ocultan en el ruido mundano. Me describías de robusta corteza en la piramidal escala, una excepción a la altura de tus ramas, una irregular disposición de mi tronco cubriéndose de hojas punzantes. Mi persistencia la tuya con ligera flexibilidad en su envés. Terminabas la copa en escotado ápice biplano donde femenino y masculino alternan su actividad. En leñosas escamas de mi piel dejaste tus semillas por congéneres pares que el triángulo desdice. Devienen las alas membranosas en su esforzado intento de estirarse: maduras 

abres el nombre como forma de conocimiento, trae el alba significados por explorar, clarean las alas desde mi corteza 

me habéis criado entre toda especie de criaturas, inmenso bosque de profundo suelo. Allí vuelvo cada día por absorber su verde frescura, su clarividente umbría. Me mira la montaña humedeciendo mis ojos, soportando mi paso, en sequía, en diluvio: siderales los prolonga en helada extensión sin reducir por ello la percepción de cambio. Le es indiferente. Crece así mi más mineral sustrato, la base de mi altura, natural distribución. Ocupa a veces Ella mi centro, en el silencio me habita sin más masa que el aire: sólo el yo le da densidad a base de encuentros, aserrados macizos de corazón desubicado 
 
hay una simbología intransferible de yo a yo, una otredad incomunicable por lenguaje alguno, todo un repertorio de señales vivas a las que sólo tú puedes dar significado. Y no tienen pertenencia, mucho menos utilidad política: no admiten manipulación, ni moda. Su inesperada profusión acelera tu pulso. O es una aceleración de la pulsión terrestre la que genera esa profusión? Irresoluble misterio de una física inmanente. Enrojeces como iracundo Marte al considerarte causa, árbol aparte y puro, rama encendida. Tu personal etólogo, el que habla con las bestias sí siente la esperanza en sus arterias, esa vena eterna de la constante creación 

me utilizas como madera a arder, eres la carpintera de mis construcciones de interior. Y yo soy intemperie. Das forma a lo que estimo con tus instrumentos de etérea cuerda, soy laúd desproporcionado en esta inmensa caja de resonancia. Bebes mis taninos de esta tierra ya curtida 

la esencia de tus hojas perfuma mi alma con trementina de otro mundo, agradecidas sonríen sus lágrimas a la luz del crepúsculo, la tenue capa del silencio más pulido
Surgen al alba plateados pináculos de expresión sublimada...

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