Ansiedad, Antonio Vega (Chelique Sarabia)

se esconde tras el torno mental tu trato con la psique colectiva, tu indisciplinada conversación, una dualidad operativa 

gira el torno tras la pantalla de acontecimientos, una afección del tiempo sin cura. Y cuanto más pretendes sanar más persiste. Te das síntomas que interfieran en tu relación con el mundo, diaria actividad que un yo oculto te gestiona, un desempeño intransferible 

se obstruye el fluido de tus sentimientos, alborotado río desbordándose, tensa velocidad de los sucesos que crees aleatorios, incongruentes, una transitoria incapacidad de dar sentido. demiedo, temor e inquietud. Suda tu sueño con el pálpito de sus imágenes, una entidad que crees ajena. Y buscas culpable, evolutiva reacción. Te enfrentas al problema generado, un interminable abanico de posibilidades, un principio de doméstica incertidumbre, una decisión que no llega. Te estás ayudando desde inagotable fuente de energía, un sol que combustiona, un criadero de soles en parto. La aparente desconcentración es un revolucionado giro del torno, una dislocación de tu tiempo percibido: "da miedo la enormidad", decía el poeta en esa "lucha de gigantes"

el autoconocimiento va del yo al todo corrigiendo tus conductas, se va adecuando a una psique cósmica, dolorosa resistencia al impasible torno. Te va enseñando, si lo admites (por no crujir como hoja seca), vías de conocimiento alternativas. Y su reflejo corporal tras tus actos. Hay reacción en el universo a cada giro como la hay en tierra llana a cada alzada de la sierpe cognitiva, prometeica. El yo es causa de nada, su innecesaria exposición le desenfoca en absurda confrontación, en miedos que le eviten el dolor innecesario, tratamientos que le oculten el mar de fondo, el valle profundo por el que camina, y cambia. Esa orográfica depresión se comunica con sus oteros y picos, mesetas de saludable llaneza, inesperados encuentros en el bosque 

cada problema te evalúa, de hechos y actos te provee, amplía tus mentales derivadas 

es la existencia trastorno constante sin cura, aire calmo que se acelera, se aquieta, te acaricia, rompe

escéptico generalizo como consuelo pasajero, desinflas obsesión hasta una transitoria preocupación, entregas timón en un mar excesivo, se va reposando la mente onírica, se hace brisa el huracán, diluyes en el tiempo el sufrimiento absurdo, pacificas el dual ataque-defensa hasta poder convivir contigo mismo. Mañana más, pobre Sísifo, torturado Prometeo. No hay magia en el cambio de apariencias, una física de las movedizas formas que escapa a mis números, una elasticidad del tiempo sujeta a mis emociones, tu cambiante realidad, armónica, abrupta, leve, intensa, una interminable sinfonía. Cambian de puesto los músicos en la orquesta, desaparecen, reaparecen, jóvenes rostros que acceden a la partitura, concurrido odeón, vacío. Desde el más elevado palco te ves, desde el tornavoz bajo dorada concha: algo o alguien te sopla lenguajes 

desconozco causa al ceder control, factores y parámetros se confunden tal fallo electrónico; genética, biología, química se hacen entorno, desmedido cerebro sin un rol definible, su única voluntad la vida 

me diagnosticas como forma ajena, me das tus síntomas como pilares del tiempo, la posibilidad consensuada 

arriesgo el aire con variados factores de generalización, fabrico irreales fobias a cada juicio, alergias de un miedo comunal, inclusivo 

corretean alocados pensamientos por tu canal etéreo, creencia ajena sin control aparente, inquietas emociones de tus juguetes mentales, interferencias tan indiferentes a la vida en tus narices, diaria lucha. Desaparecen súbitos  como nebulosos latidos, retorna el aire, una rítmica pulsión,  toda sustancia recobrando su textura, el color otorgado, los síntomas de una doméstica certeza 

tus rasgos se retraen hacia un conocimiento informe, visitas tu infancia, socorres al niño, estabas allí. Cobra significado todo antecedente, se llena de afecto agradeciendo la vida, sin tiroides, sin arritmia

combustiona todo síntoma en el sol que en cada célula se esconde