sábado, 25 de mayo de 2024

Paul Klee - Park, 1914


está mi superficie rayada por una abrumadora totalidad, cubierta por los inclementes dibujos de un cuadro sin marco, los rostros insatisfechos que van perdiendo color 

esas marionetas hablan con el presunto arte de una oratoria afincada en la indiscutible maestría, el colorete en sus mejillas, sus piezas articuladas por congénita artrosis. Elaboran su docencia en paternal clave con un compromiso honesto, una obra de maneras aproximativas, de pequeños logros, su bien un taller bibliotecario en el que rozar para una vigorosa creatividad. La tarde les dedica sus más genuinas figuras, una verdad comprensible, sesiones de la pictórica magia 

hay detrás de cada príncipe una esgrafiada oscuridad, segundos que abisales se abren a los supuestos más extraños, cosas y seres que se van, una amarga desesperanza 

fuí las cosas que hablé, había tomado consciencia de eso. Hizo de ello síntesis la conciencia. E ideé una delimitación del espacio con planos de aquellas genuinas figuras, juguetonas geometrías psicológicas. Ideé múltiples matices resaltando unos y no otros 

se hacen los pasos consistentes saltándose los viejos hoyos, usan su oscuridad para ver mejor, limpiar la vieja suela, toda apariencia fútil, bendicen incluso ese lapsus temporal con oscuro acrílico sobre cualquier lienzo 

entro las cosas que hablo en una proximidad familiar, un ello afectivo sin más permiso que el gusto emotivo, abierto paladar, la alucinación más hermosa 

la fascinación es una niña transportando mágicos mundos, sabedora que sueña el brillo del color escogido, un flotador de verdaderas formas. Ella consigue la explicación especiada, la técnica de otro mundo, una realidad de superior nivel. Rasca los planos que descubras tus capas 

el ya te dice la manera sencilla del abajo, los pasos hacia tu objeto creativo. Detrás la princesa de negro como franca verdad 

la ajena técnica conoce ambos mundos, los esgrafiados de la mente, su origen por definir, cada perfil, cada detalle, cada filigrana que usas con esa sutilidad que parece mágica 

queda en blanco tu cartulina de espacio-tiempo, comienzas una franja con el color de tu lugar. Le irás poniendo rostros 

entender es proceso inacabable de la creación, una incisión permanente sobre tus cartulinas, capa tras capa, algo tan sencillo para el niño, la simplicidad de un garabato sobre cualquier soporte. La capa del deseo se llena de colores, de relieves que al sol se secan. La humedeces con paso fácil alargando tu mano, punzando su capa más dura, permitiéndote el más dulce rascado: está rayada mi superficie 

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