mis pies guardan necrópolis de lugares increíbles, túmulos de piedras jurásicas, volcanes dormidos de excepcional silencio, los recursos que habilatan la vida en mí, un patrimonio sin dueño que visito a mi antojo. Me declara sus bienes con arqueológico desinterés libre de impuestos, me cuenta sus interpretaciones del tiempo con variados recorridos en absoluta inmovilidad
conservan mis refugios el encanto de los mares olvidados, los ubicuos rincones de mi alma donde el tiempo se desliza enamorado de si mismo
hay jardines y huertos de una botánica en constante dispersión, hay flores traídas de inclementes planetas aclimatándose a mis momentos; hay islas regaladas a mis sentidos inspirándome poemas, incluso poetas desconocidos que escriben jardines
huelo a mar, me anhela el salitre en las tardes movedizas cuyo espíritu impregna el aire de mi barrio
hay pozas en las que los poetas se solazan de eternidad, caminan de puntillas por los años, saltan a veces de siglo cual alocado sambori, forman pequeñas salinas con que sazonar tus platos. Al anochecer se bañan en altivas frecuencias de la manera más natural
mide cada lugar tu volición, toma de tí el Sol el día, bucea en tu naturaleza llenándote de vida, te pinta los peces de mil colores
hay puertos en mi psique nevados en invierno donde la idea se congela, limpias aguas de un vasto océano donde bucear mis más vírgenes fondos. Me observan los peces con tradicional maestría, mantienen viva esa zona, una volición fresca, un momentáneo olvido terapéutico sin visitas
bendicen los paisajes mi sentido de belleza desde los riscos que en aquellos mares desembocan; en los barrancos sumergidos fluye el tiempo afirmando su imperio
mi ensueño es el que me respira, un deseo tranquilo a salvo del ruido, una reserva sin calendario que te sumerge en la cultura elegida, una rama cimbreante que rozara el conocimiento puro, una mano centenaria que me acariciara, unos pies excelsos que me llevan
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