es un adiós el amante invisible,
una agridulce dormición
de avinatados brazos, un beso
de labios escondidos
amarillean los álamos
con sus pequeños soles giratorios
adornando mi suelo
mi niño de seda clarea
entre las piedras, volantes de luz que a la montaña alcanzan
apartando a los insectos
toma el señorío de estrellas y hojas conciencia de tí, da voz
a tus sombras que en luz
se disipan
quiere el Ello tu saludo conmovido, la amabilidad de tus cosas,
la amistad de tus colores,
tan variables, tan diversos
como el matiz de tus miradas
es la tierra contigo, eres tú
la gente, sin tí el destierro,
una forma de muerte lenta,
la noche oscura
he venido muerte para ver la vida
con su graciosa red de sentidos,
la mariposa que espera
alzar el vuelo para conmoverla,
mis brazos alzados
en su contemplación, el aire
que sabe en tus ojos su roce
dice mi vida tu vida,
un perpetuo nacimiento
he venido a ser el mar
en que regresas para ver
al soñador, la puerta
de tu virtud perenne
aún si los álamos amarillean
te dicen placer y dolor
de ese nacimiento perpetuo,
el deseo que en su vacío
te estremece, la hiel descolorida tras los barrotes de tu razón,
la noche hiriente en pleno día.
Cuesta abrir el puño
que tú mismo clavaste a la materia
he venido a traspasar los muros
que del suelo alcé
contra el horizonte, las cosas
con que levanté mi reino
franqueo tu coraza con lanzas
de luz, el puño abierto
con su forma, lascivo el cuerpo
de tu sudor a impregnarse,
calmo en tus aguas
que el tiempo oscurece
ha venido tu semblanza amable
a llevarse el polvo de mi esquina
más recóndita, iluminar mi sombra que de lejos me sonríe
esa pureza es un don antiguo,
su destino las aves que mis manos tocan, primorosa juventud
del sueño eterno, sedante sonrisa
de tu curvada orilla, la lluvia
que te bendice
tu planeta una moneda
que en tu mente gira
entre dolor y placer, la tierra
tus miembros que petrificas
entre estaciones, el mar la esponja
en que te vacías: allí van tus flores desecadas a buscar su tumba
busca la altiva soledad su corona
entre los restos de memoria,
aquel manto de libertad
que me arropaba, el fruto
de una milagrosa juventud
con la lengua desatada,
aquel reino de sombras chinescas
por el que deambulaba, trozos
de vida como carne reseca
en la mochila
quiere el desvelo tenerte,
la gravitatoria fuerza
que te aprisiona, el recuerdo
que al viento detiene:
tu propio peso
ya sabes los límites que te impones arriba y abajo, sabes del supuesto azar que abrió tu sien
a una realidad inabarcable,
luz indivisa rebelde a tus leyes,
derruido el mundo que creías conocer
te escucha la soledad
en tu cama de punzantes cristales,
con sus lágrimas te toca,
serena llamada
extiendo la mano
sobre la copa de los árboles,
penetra el bosque camino del mar
bajo la luz rebelde
se hace el viento marítima vehemencia, se hace el viento
son elemental, se hace el viento noche contagiosa
tu ira, tu frontera del ultraje,
el oprobio que elegiste, la muerte
que propagas con tus dientes
ávidos de carnaza, la amenaza
que abres como presa incontenible
tras el deleite de tu placer,
será torrente de calumnia y orgullo,
el agua estancada que te enferma, aquella mano mutilada,
la amargura de corrupto cielo
hay anónimas estatuas en el jardín,
hay mi sombra miserable
gimiendo entre las sombras,
pero hay también brillos
en las horas chispeantes,
un fulgor de otro mundo
he venido a que me veas
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