es tu brillo el pícaro reflejo de mi amor por tí, la astrónomica prueba de mi materia oscura sin hipótesis, el escurridizo material de la creencia que compone lo que ves
trazo las teorías que el amanecer me sugiere, que la materia filtra por sus diminutos agujeros negros, primitivas puertas de información, tan violenta a veces. Mis fluctuaciones observan la luz y sus improbables designios, me desacreditan como autor, que se ciñe a lo posible anhelando un agujero blanco
una estrella se agiganta esta noche, desconozco su nombre. Y en mí vive. Miden mis lentes el universo, la focal aquí, el allá la periférica. Me mira el Sol con brillo presto, su leve tardanza la mía
tu escrutadora científica suele acordar mi nacimiento en un punto del tiempo lineal, bonita diacronía con sus fuegos artificiales, pero soy luz antigua mirándome generación tras generación, de cuando el universo sólo era una posibilidad
¿cómo llegaste a verme en esta infinita lejanía? Sí, me encontraste en el ámbito de lo que llamamos muerte, y me hiciste irradiar el espacio entero. Detrás, las infinitas motas de luz chispeando
tu brillo se intensifica en la gracia de tus movimientos, una bellísima armonía gravitacional, un acto Se celeste que deshace cualquier cosificación, se curva la luz a tu alrededor: esa onda se expande
alabo su amor que de la tierra en mi puño parte poniendo en danza los cúmulos de galaxias, dibujando armoniosos modelos estelares, anegando la tierra de astronómicas semillas. Pasas frente a mí, corazón, con el brillo real
y no requieres significado, ardo bajo esa lente amplificada
eres fuente cálida de absoluta simpleza, caes a tierra desnudo
me añadiste a tu más amada lejanía, madre muerte donde no sirven mis ojos. Mi escrutadora científica sigue buscándote donde no te puede hallar: se alejan las galaxias en un suspiro. Allí brillan pícaras en un guiño de mis ojos
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