viernes, 18 de octubre de 2024

Johannes Scotus Erigena SIN FONÍA (de avatares)

lo primero es, el principio del no principio que las ideas persiguen, el arquetípico creacionismo que generará al verbo, tus modelos formales de vida. A tu alrededor las cosas como reflejos en tu persecución, la espiral que ya concluyó. De nuevo el fin se reedita con todo en una tendencia infinita donde reconocerse. Y siempre tú en esa teofanía de la que apenas te percatas, ese aliento incesante. Las cosas y sus modos girando en tu percepción, apareciendo y desapareciendo como por arte de magia tal los fundamentos que les atribuiste con la mejor intención. Estás, no estás, categorías como arena entre los dedos 

filosofo orígenes, fuentes de vida, el basamento de las ideas, la mística oculta en sus doctrinas. A la interminable fragmentación de mí mismo me expongo, regurgito sus hallazgos de manera natural. Divido mi obra en numerados apartados, diversas relaciones con la naturaleza atisbando origen, lejanas fuentes olvidadas aún en la sequía de sus formas hasta ser alcanzado por lo inexpresable, el ser que te conoce. Todo me atraviesa ahora sin saber su causa: lo primero es, mar de existencia sin tiempo, imperceptible. Manifiestan mis sentidos su más sentido asombro en gesto de gratitud, traen lo ideal aquí, ahora, conjuntos concebidos fin práctico, cosas, relacionan la propia formación de las cosas, con mi más terrena humanidad desprendiéndose de su memoria profunda, de su causa primera. Transcurro panteísta en ansia de redención en el anverso de las cosas, su esencia un sistema inaprehensible, mi condena 

no entiende la naturaleza como azar tus lamentos, ni tus formas con principio y fin, no concilia tus lógicas contradicciones sin tu aprobación, no te honra como ser superior, ni ratifica tus supuestos sin tu aserción, ni se divide según tu obra 

filosofo mis panteístas teosofías como hijo del aire, me educo en sus monasterios arbóreos, esas palatinas escuelas de tierra y agua, de aire y luz. Me intervienen con psicológica cirugía sanando maltrechos tejidos, me sostienen en el difícil equilibrio vital. Su respuesta evade cualquier pregunta, inspira el aire y lo depura en un gesto conciliador. Pero me encarga imperiosa signo, obra, la lectura del tiempo; busca pensadores, busca traductores para nuevos basamentos, diálogos con sus acólitos que renueven la forma, la articulación de la realidad, la vía de ascenso en su dialéctica, la sierpe que en el tronco, inamovible, gira 

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